entre el cantueso
y la jara,
caminando hacia
San Carlos
me encontraba una
mañana,
a un pastor y sus
ovejas
que en el campo
allí pastaban
y que triste me
decía.
-Ha menguado la
cabaña,
esta noche me han
matado
cuatro ovejas la
manada,
ha bajado de la
sierra
donde allí se
cobijaba
el asilvestrado
lobo,
y que dicen. -No
amenaza,-
aunque deje algún
cadáver
destrozado en la
quebrada.
Aseveran. -Son
autóctonos,-
desde una agencia
lejana,
-Por ello
recompensamos
indemnizando las
bajas.-
Les dicen los
funcionarios
que a las ordenes
estaban
del político de
turno
que regula la
comarca,
dando las
reparaciones
como si fueran
migajas
y que piensan
recompensan
pérdidas no
estipuladas
de animales que
han huido,
las pólizas a la
baja,
y el aborto o el
estrés,
del ganado que
salvaran.
Y Pedrito que no
miente
con sagaz
corazonada.
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