Ochenta
otoños fulgen en tus sienes
y ochenta
primaveras muy lucidas
tus manos
hoy cansadas y curtidas,
un día
sujetaron mis vaivenes.
Tuviste de
la vida parabienes
con muchas y
penosas despedidas
y siempre te
curaste las heridas.
En tu
vicisitud están tus bienes.
Te apoyas
levemente en el bastón
y en todos
los que aquí te acompañamos,
al darnos tu
cariño y emoción.
Con rosas
rojas que hoy te regalamos,
un beso, una
caricia, una canción,
madre,
felicidad te deseamos.
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